Seguidores

Elige tu idioma.

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Capítulo 7

La nevada es cada vez más fuerte y el frío aumenta por momentos. Yo sigo corriendo pero ya estoy agotada. El agotamiento puede conmigo y el frío hace que me sienta más exhausta todavía. Cada vez que respiro ese aire helado parece como si me apuñalaran los pulmones.
El parque parece un laberinto del que no se puede salir. Aquel pequeño duende tiene razón, de indefenso no tiene nada. Parecía como si no quisiera dejarme salir.
Me apoyo en el tronco de un árbol muy grande y grueso que veo, intentando recuperar un poco el aire. Me echo aliento en las manos para calentarlas, pero de pronto veo una luz a lo lejos, una luz cálida. La nevada no cesa, y sigue aumentando por cada momento que pasa y no me deja ver de donde proviene esa luz, así que me voy acercando con la esperanza de que sea alguien y me pueda ayudar.
Voy caminando demasiado cansada, harta de dar vueltas en círculo por un parque que conozco desde pequeña pero que ahora parece no haberlo visto nunca. Por no decir que también es interminable.
Sigo caminando, a pesar de que no siento los pies, me pesan demasiado como para seguir andando y no sé si es mi vista, la que no funciona como toca, o es la nieve que no me permite ver. Lo único que sé es que la luz cesa, cada vez es más pequeña y oscura, cada vez se ve menos.
Acelero el paso hasta ella pero intentando no hacer mucho ruido, pues algo me dice que no grite y que haga el mínimo ruido posible. Que permanezca en silencio.
La luz va retomando el brillo que tenía e incluso, me atrevería a decir que, más.
Veo la silueta de una cabaña, pero, ¿qué hace una cabaña en el parque? ¿Desde cuando está eso ahí?
De pronto las piernas me tiemblan y pierden toda la fuerza por lo que me caigo al suelo y suelto un pequeño quejido que no tenía que haber soltado y esa voz en mí me vuelve a advertir de que me mantenga en silencio.
Las piernas ya no me reaccionan como toca, están exhaustas.
"¿Por qué he tenido que escaparme del lado de Daniel?" - pienso sentada en el suelo con las manos apoyadas en él - "Sí me hubiera quedado con él nada de esto estaría pasando, me hubiera llevado a casa y ahora mismo estaría resguardada del frío en casa, con Dana".
Los ojos me queman por culpa de las lágrimas que quieren salir, pero no terminan de asomar. Se me cierran los ojo, pero no sé que hacer. No puedo quedarme aquí parada, me tengo que levantar, así que hago un esfuerzo, saco fuerzas y me levanto a duras penas.
Intento llegar hasta la cabaña pero, tras un par de minutos, caminando casi con las piernas a rastras, que se hicieron eternos, algo me golpea en la nuca y caigo al suelo.
–– ¡No!
Ese grito, a lo lejos, de una tercera persona fue lo último que oí.

***

–– Pero, ¿cómo se te ocurre traerla aquí? – dice la voz grave de un hombre algo enfadado, la cual escucho de fondo –. ¿No has pensado que podrías ponerla en peligro? Y no solo a ella, sino también a todos nosotros.
Ya no tengo frío, pero me duele todo el cuerpo. Se resiente de haber estado aguantando la helada de fuera. Abro un poco los ojos, entrecerrándolos.
Estoy en una cabaña de madera, iluminada con la cálida luz del fuego de una chimenea y unas cuantas velas. Veo a dos personas, los dos son hombres, pero no sé diferenciarlos porque la luz del fuego me ciega un poco.
Estoy tumbada en un sofá de un color verde oscuro.
–– Es que yo... – dice otra voz, pero esta vez es un chico, y me resulta familiar.
El hombre le interrumpe.
–– Es que tú, nada. Que sea la última vez, ¿entendido? – dice la primera voz aun enfadada. De pronto escucho un golpe e impulsivamente cierro los ojos –. Esperemos que no despierte.
"Tarde".
Estoy confusa, lo que estaba pasando ha hecho la cabeza un lío. La voz de aquél chico me suena, pero no logro descifrarla y para colmo, me duele la cabeza.
–– James, ¿sabes cuánto tiempo he esperado este momento? – pregunta el chico algo dolido.
–– Sí. Sí, que lo sé, pero todavía no puede ser – vuelvo a abrir los ojos un poco y veo que el hombre, que debe de ser James, me mira. Es ya algo mayor, como de unos 40 años y un poco canoso, al otro chico no lo veo –. Pero cada cosa a su tiempo, Daniel.
"¿Daniel? ¿Pero qué? ¿Qué está pasando?" – pienso demasiado confusa y sorprendida.
A veces frunzo un poco el ceño, pero no puedo remediarlo, me duele demasiado la cabeza, sobre todo por la parte de la nuca.
Vuelvo a abrir los ojos y esta vez me ven. Sí, es Daniel, y me está mirando.
Como estoy tumbada, me incorporo y los miro sin decir nada. Es un momento muy incomodo, ellos se miran sin saber qué decir, pero yo tampoco sé qué decir.
–– ¿Estas mejor, chica? – sonríe James. Asiento – Bien.
–– ¿Dónde estoy? – pregunto confusa.
–– Estamos en casa de James – dice Daniel.
–– ¿James? – pregunto, aun que ya sé quién es.
–– James soy yo – lo miro.
–– Y, ¿por qué estoy aquí? – pregunto, porque eso ya no lo sé – ¿Qué hago en su casa?
–– Cuando te escapaste de mi lado, te estuve buscando. Estuve así durante una hora o más, hasta que vi como caías al suelo, supongo que del cansancio. Fui corriendo, te toqué y estabas helada. Te desmayaste por el frío – me contesta Daniel.
"Mentira" – pienso, pero la voz me vuelve a decir que mantenga la boca cerrada y no me vaya de la lengua.
Solo mascullo un pequeño "Oh".
–– Será mejor que la lleves a casa, Daniel – dice James mirándolo. Se gira con dirección a una mesa y se sienta en una silla pegada a la mesa que está en frente de la chimenea –. Ya es tarde.
–– Sí - contesta Daniel mirándolo y tras contestar se gira hacia mí –. ¿Vamos?
Me levanto del sofá, pero al hacerlo me mareo y casi me caigo. Aun tengo las piernas adormiladas.
Daniel reacciona a tiempo y me sujeta para que no cayera agarrándome por los brazos. A parte de atractivo, tiene buenos reflejos.
–– ¿Estás bien? – pregunta sacándome de mis pensamientos y poniéndome nerviosa.
–– Claro, vamos – contesto alejándome de él.
Andamos hasta la puerta y salimos. La nevada ha cesado, ahora can escasos copos de nieve.
¿Cómo puede cambiar el tiempo tan radicalmente? Antes el parque parecía amenazador y sin embargo ahora, vuelve a ser igual de mágico que la misma noche que Sharon y yo escapamos de Dylan.
Caminamos en silencio hasta el coche y al montarnos pone la calefacción pero no nos movimos del sitio. Estamos unos minutos en silencio hasta que por fin lo rompe.
––No tenías por qué haberte ido de mi lado – dice Daniel mirando por su ventanilla, no parece enfadado. Más bien diría yo, que está desanimado.
–– Lo siento, de verdad. Yo pensaba... – comienzo a decir, pero me corta.
–– Pensabas que te haría algo, ¿no? – pregunta mirándome.
–– La verdad es que... – digo sin saber qué decir – No sé por qué me fui corriendo, se me pasó por la cabeza y es lo que hice – digo ahora algo arrepentida. Tal vez bastante.
–– No te iba a hacer nada – dice y arranca con un poco de enfado y rabia, pero es normal después de haber hecho lo que había hecho.
Me empiezo a enfadar un poco de repente.
–– No te conozco de nada, ¿vale? ¡Yo que sé si me vas a hacer algo, o no!
Daniel frena en seco y se gira hacia mí.
–– Si quisiera hacerte algo, te lo hubiera hecho cuando te encontré tirada en el suelo por primera vez –dice enfadado con una mano apoyada en el volante, mirándome a los ojos –. Recuerda que estuviste en mi casa durmiendo, y si mi intención hubiera sido hacerte daño o cualquier otra cosa de las que estás imaginando, no te habría dejado dormir en mi cama y yo en otra habitación
Sus palabras fueron como hielos. Hielos que me lanzaba a la cara con todas sus ganas.
Decido no decir nada más, no es el momento más indicado para hablar.

El silencio que hay es algo incómodo, no me siento bien por lo de esta tarde, soy estúpida. Daniel no tiene razón, si me quisiera hacer algo lo ha tenido pan comido para hacerlo, pero no.
Decido intentar olvidar eso y me pongo a pensar en la conversación que tuvieron Daniel y aquel hombre, James.
¿Por qué corro peligro? ¿Y todos ellos? ¿Qué todos y qué ellos? ¿Quién o qué será ese tal James? ¿Y Daniel en realidad?
Son tantas cosas por analizar que hacen que me duela la cabeza mucho más que antes, y no solo por el golpe.
Otra cosa más que no entiendo, ¿qué me ha golpeado y por qué?
Se me hace demasiado grande todo esto.
De repente, el coche para y miro a la izquierda, por la ventanilla de Daniel. Estamos en frente de mi casa.
–– ¿Cómo...? – comienzo a decir, pero me interrumpe.
–– A veces, cuándo voy en coche, veo que entras en esta casa, me supuse que sería la tuya.
–– Sí, sí que lo es – digo y hago una pausa –. Gracias por traerme.
–– No hay de que.
Bajé del coche, cierro la puerta y comienzo a andar para casa, pero me giro un momento y miro hacia el coche con intención de hablar pero me freno y no lo hago. Veo que Daniel me está mirando y esperó que alguna palabra salga de mi boca, pero niego para mí con la cabeza, me giro y sigo caminando.
Abrí la puerta, hago lo de todas las noches y me acuesto.
La noche transcurre con normalidad, pero a la mañana siguiente al levantarme para ir al instituto escucho ruidos en el piso de abajo.
"¿Otra cosa más? No por favor" – pienso exasperada.
Al bajar veo que es mi madre con un macuto de viaje. La alegría que me entra es inmensa.
–– ¡Mamá! – digo alegre y voy hacia ella corriendo para abrazarla.
–– Hola, cariño – dice también alegre y devolviéndome el abrazo que al poco se acaba –. ¿Que tal ha ido todo? Por lo que veo bien, ¿no?
–– Claro que sí, mamá - sonrío.
"Sí, perfectamente, salvo por unos cuantos detalles sin importancia, como que me desperté en casa de un desconocido, veo duendes, por las noches algo o alguien pasea por nuestro jardín y cuando salgo se va corriendo, y unas cuantas cosas más. Pero todo está bien, no te preocupes" – pienso para mí, sarcásticamente. Últimamente mi mente está bastante descontrolada y piensa cosas que no quiero pensar.
Mi madre y yo hablamos un rato y mientras desayunamos, baja Dana.
–– Con que esta es la perrita, ¿no? – dice mirando hacia ella.
–– Sí – sonrío.
–– Pues espero que te encargues bien de ella – me sonríe y yo río antes de darle un bocado a una tostada.
–– Claro, mamá.
Dejamos de hablar, le echo de comer a Dana, me pongo un pantalón negro, una camiseta de mangas largas y una rebeca de lana beige
Al llegar al instituto, como cada mañana, me encuentro con mis amigos. Ángelo está cuchicheando con Maggie, es bastante gracioso, porque ves a un chico alto, rubio y corpulento, y te habla como si fuera una chica a veces.
Katy y Kathy conversan sobre lo que hicieron ayer y me acuerdo de lo de la noche anterior, pero prefero no pensar más en eso.
Toca el timbre para que entremos en clase. Nos toca a todos juntos Francés y a mí, la verdad, no se me da mal. Yo soy la que les ayudaba cuando se atascan.
Después nos toca Tecnología, estamos haciendo un trabajo. A tercera hora, de camino al aula de Física y Química, veo por el pasillo a Blake, el cual al verme, me sonríe enseñando sus perfectos y blancos dientes que le hacían tener una sonrisa irresistible e increíblemente mortal.
No, ¿pero qué estoy diciendo? ¿Sonrisa irresistible? ¿Mortal?
"Leslie, tienes que dejar de trasnochar" – pienso.
Noto como alguien me da un par de codazos nerviosos que hacen daño.
–– Tía, que sonrisa. No sé como puede ser tan arrogante, idiota, creído y estúpido con lo bueno que está y lo guapo que es – dice Kathy y se muerde el labio inferior poniendo los ojos en blanco –. Es que es tan... – hizo un sonido raro como sí dijera muchas palabras juntas y las mezclara – Pero a la vez tan hipócrita.
Yo río.
–– Sí, tienes razón, pero tampoco es un modelo de calzoncillos – vuelvo a reír..
–– Mm... ¿te imaginas? – dice y yo me río otra vez.
–– Sí, sí me lo imagino.
Nos reímos durante un rato, mientras llegamos al aula de Física y Química pero cuando llegamos vemos a un montón de gente al rededor de la puerta, que está cerrada cuando debería estar abierta.
Kathy y yo nos dirigimos hacia un pequeño grupo de compañeros a preguntar.
–– Hola, chicos – saludamos amigables.
Algunos contestaron con un "buenas" y otros con un "hola".
–– ¿Qué pasa? ¿Por qué está la puerta cerrada? – pregunto.
–– Pues, por lo que se ve, en la hora anterior haciendo unos experimentos ha habido una pequeña explosión y han prohibido entrar – contesta Cody Lawyer, un chico pelirrojo, alto y bastante delgado, también tiene, unas cuantas de pecas ensu gruesa nariz. Tiene una cara muy dulce, como de niño pequeño.
–– Jolín – digo – y, ¿ahora qué vamos a hacer?
Cody mira a Kathy, miro hacia la puerta y me vuelve a mirar.
–– Pues, la verdad, no lo sé – contesta el chico.
Kathy y yo nos miramos y a Cody lo llaman.
–– Bueno chicas, ya nos vemos, adiós – se despide y se marcha.
–– ¿Qué hacemos, tía? – pregunta Kathy.
Comienzo a pensar en que podemos hacer ahora ya que tendremos hora libre a causa de ese incidente.
–– ¿Ir a la biblioteca? – propongo y Kathy pone una cara rara.
–– No tía, allí no podemos hablar y ya que tenemos hora libre al menos qué podamos hablar bien – dice ella –. ¿Vamos al pabellón? Están los cursos superiores y eso implica, ¡chicos guapos!
Reímos.
–– Tienes razón, venga, vamos – sonrío.
La idea no me desagrada, a demás es verdad que en la biblioteca no se puede hablar por que te mandan a callar a la mínima.
Vamos caminando hacia el pabellón y de camino hablamos sobre lo que hab pasado últimamente, lo suyo con Kyle, las cosas que pasan en casa y demás.
Quiero contarle lo de Daniel, lo que pasó en el parque y lo de la cabaña, pero no puedo. Otra vez tengo ese presentimiento, ese que me oprime la boca del estómago como si me lo pellizcaran con pinzas y no me dejara hablar.
Decido hacerle caso y no hablar.
–– Leslie, ¿me estas escuchando? – preguntó Kathy sacándome de mis pensamientos, ¿por cuánto? ¿decimoséptima vez? Puede que más.
–– ¿Eh? - digo algo confusa – Perdón, no te estaba prestando atención.
–– No, si eso ya lo veo – dice –. ¿Qué te pasa últimamente? Estas súper rara, tía.
Una vez más el pellizco vuelve a aparecer junto a unas palabras en mi cabeza que dicen; "no hables de eso".
–– Pues no me pasa nada Kath, de verdad – intento pensar una excusa y encuentro la perfecta –. Las notas están a la vuelta de la esquina y estoy nerviosa por los exámenes y demás – la miro y sonrío–. No te preocupes.
–– Ah, vale – ríe –. La verdad, es que, yo también estoy nerviosa por eso, pero nos saldrán bien, ya verás.
Sonrío y asiento.
Llegamos al pabellón y nos pusimos en al parte de atrás dónde se veían algunas plazas del aparcamiento del instituto que rodeaba todo el pabellón y parte de la entrada del instituto.
Nos sentamos en el suelo, apoyadas en la pared de éste y empezamos a hablar, nos hacemos algunas fotos haciendo las tontas. Estamos ahí hasta que suena el timbre del recreo y antes de ir al comedor con los demás, vamos a clase a soltar las mochilas.
Después de eso, las últimas tres horas transcurren con lentitud y a la salda como siempre comencé a andar sola hacia casa.
Antes de salir de los terrenos del instituto una moto se acerca y para a mi lado.

4 comentarios :

  1. No me piedes dejar el capitulo ahi! Quien es el chico de la moto?? Me has dejado intrigada :)
    Besos!

    ResponderEliminar
  2. Jolin me has dejado intrigada DDDDDDDDDDDDDD:

    ResponderEliminar